Jared James Nichols es reconocido mundialmente por su maestría en el diapasón y su dominio inigualable de la escala pentatónica, llevando la antorcha del blues-rock con una intensidad explosiva. Dado su calibre técnico, uno esperaría que este virtuoso tuviera un manejo igualmente experto en la programación y configuración de hardware complejo. Sin embargo, en una reciente entrevista para Guitarist magazine, Nichols confesó que hay un área del equipo que simplemente no ha logrado dominar: los pedales de delay.
Esta revelación no solo humaniza al guitarrista, sino que también subraya su profunda filosofía sobre el tono y la interpretación, una que prioriza la conexión directa entre el músico, su instrumento y el amplificador.
La inspiración en los pioneros del blues
La reticencia de Nichols hacia los equipos demasiado complicados se remonta a sus inicios, cuando se inspiraba en las configuraciones sorprendentemente sencillas de sus héroes del blues.
«Cuando era más joven, veía videos de Stevie Ray Vaughan y [Jimi] Hendrix, cualquiera de los viejos del blues, y podía ver que tenían configuraciones básicas», recuerda Nichols. «Rápidamente me di cuenta de que la diferencia estaba en cómo estaban tocando. Me sentí inspirado a aprender todos esos pequeños matices a través del toque.»
Esta epifanía —que el tono reside en los dedos y no en los circuitos— es fundamental para entender por qué Nichols se ha decantado por el minimalismo. Muchos guitarristas dedican años a buscar el pedal perfecto que complemente su sonido, pero Nichols se preocupó por asegurarse de que el sonido no dependiera de la caja de efectos.
La batalla contra el control del pedal de delay
Aunque Nichols admite haber incursionado en el “país de los pedales”, nunca se aventuró demasiado. Su frustración con el delay es particularmente aguda, ya que siente que estos efectos, más que herramientas, pueden convertirse en amos.
«Probé suerte en el país de los pedales, pero nunca llegué lejos porque sentía que el pedal me estaba controlando a mí, en lugar de al revés», explica. «Hasta el día de hoy, no puedo usar un pedal de delay. Simplemente no puedo configurarlos correctamente. No me gusta cuando el énfasis pasa de las notas que toco al equipo que estoy usando.»
El delay, aunque maravilloso para crear texturas atmosféricas y profundidad, exige una comprensión del tempo y el feedback que puede distraer al intérprete enfocado en la espontaneidad del blues. Para un músico cuya identidad se basa en la intensidad del ataque y el sustain natural, la repetición precisa y modulada de un delay puede sentirse artificial o restrictiva. Esta sensación de perder el control sobre el matiz temporal de las notas es lo que impulsa a Jared James Nichols a evitarlo, priorizando la respuesta inmediata de su amplificador y su propia técnica.
Menos es más: La filosofía del «Hundirse o nadar»
Mientras que para muchos músicos un pedalboard extenso significa más opciones tonales y seguridad, para Nichols, «necesitar menos equipo me libera». Esta convicción no nació de la pereza, sino de la dura experiencia en la carretera y la necesidad de fiabilidad.
Nichols relata que, al inicio de sus giras, intentaba construir configuraciones complejas que incluían wah, afinadores, fuzz y varias saturaciones. Sin embargo, la complejidad generaba fallos constantes, algo catastrófico en medio de un concierto.
«Las cosas salían mal, probablemente debido a mi propia estupidez. Así que ese pedalboard se hizo cada vez más pequeño», dice Nichols. La evolución de su equipo en gira culminó en una configuración de supervivencia extrema.
«Al final de la gira, solo llevaba un Tube Screamer conectado al amplificador porque sabía que podía tocar un set completo sin ningún problema. No necesitaba toda esa basura extra. Solo dame una guitarra con una sola pastilla P-90 y un Tube Screamer, y estoy listo para tocar el Royal Albert Hall. Es como hundirse o nadar.»
Este enfoque ‘sink or swim’ (hundirse o nadar) fuerza al músico a confiar puramente en sus habilidades interpretativas. Si el amplificador falla o el único pedal se apaga, el guitarrista todavía debe poder ofrecer un espectáculo cautivador. Esta exigencia impulsa una mayor conciencia de la dinámica de las manos, el control del volumen y la selección de pastillas, desarrollando una técnica mucho más sólida. La guitarra con una única pastilla P-90 (como su firma Gibson Les Paul Custom Shop) complementa esta filosofía, ya que la P-90 ofrece un sonido más abierto y dinámico que las humbuckers tradicionales, respondiendo excepcionalmente bien a los cambios de volumen y ataque.
El secreto del tono «más gordo»
Otro elemento clave en la filosofía de Nichols es la búsqueda de un tono robusto y definido. Contrariamente a la práctica común de apilar pedales de overdrive o fuzz, Nichols prefiere obtener la mayor parte de su saturación del amplificador, usando los pedales con moderación.
«He empezado a reducir el dirt (saturación) porque se obtiene claridad extra con más volumen y menos drive», explica. Esto se debe a que, al saturar el amplificador (llevándolo a su punto dulce), se obtiene una compresión natural, armónicos ricos y una respuesta dinámica superior que a menudo se pierde al apilar múltiples circuitos de distorsión en la cadena de señal. Un amplificador de válvulas de alta calidad a un volumen considerable genera esa “grasa” tonal que los pedales intentan simular, pero con mayor autenticidad y cuerpo.
Muchos guitarristas novatos creen que el camino hacia el «tono gordo» es simplemente subir la ganancia de los pedales, lo que resulta en un sonido comprimido, con menos espacio para respirar. Nichols, en cambio, defiende la pureza del sonido inherente al push del amplificador.
«Algunos músicos no se dan cuenta de eso: apilan un montón de pedales, lo cual es genial y yo mismo lo he hecho, ocasionalmente. Pero a veces, una buena guitarra y un amplificador llevados al límite te darán los tonos más gordos». Al priorizar el volumen sobre la saturación del pedal, Jared James Nichols logra un tono que respira, que es lo suficientemente dinámico para responder a los matices de su toque, tal como lo hacían sus ídolos en la era dorada del blues. Su configuración minimalista es un testimonio de que la técnica personal siempre supera a la complejidad del equipo. En su mundo, la limitación tecnológica se traduce en libertad artística y sonicidad pura.
Visto en: www.guitar.com

