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Pete townshend revela cómo reparaba sus guitarras destrozadas

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La leyenda del rock británico, Pete Townshend, cofundador y principal compositor de The Who, recientemente se sentó con Stephen Colbert para una entrevista donde, entre recuerdos hilarantes y anécdotas históricas, desveló la logística detrás de uno de los actos más emblemáticos y destructivos del rock & roll: el destrozo ritual de instrumentos en el escenario.

El foco de la conversación se centró en 1967, el año en que The Who hizo su primera gran incursión en Estados Unidos. Era el apogeo de la era hippie, una escena que, según Townshend, no encajaba del todo con la energía explosiva y el caos que caracterizaba a su banda. El mismo cartel incluía a Cream, el supergrupo de Eric Clapton, quienes representaban una rama del rock más enfocada en la improvisación y el virtuosismo técnico.

“The hippy thing didn’t fit in very well for us”, contó Townshend al presentador. “Cream – Eric Clapton’s band – was on the same bill. We were doing four to five shows a day, and I was smashing a guitar at every show. I was just making sure I left my mark.”

La técnica secreta de la reparación de urgencia

Lo que pocos sabían en ese momento, y que añade un toque cómico a este acto de destrucción, es que el guitarrista estaba obligado a ejercer de carpintero de urgencia. Con la frenética agenda de hacer entre cuatro y cinco conciertos diarios, Townshend no podía permitirse simplemente desechar instrumentos caros después de cada show. Las finanzas de la banda en ese momento, aunque crecientes, no daban para un suministro ilimitado de instrumentos.

Townshend explicó que el secreto de su sostenibilidad destructiva residía en la rapidez y la eficacia de sus reparaciones. Para ello, recurría a un aliado inesperado: un pegamento especializado.

“I had to glue them together between shows. I did. I had to use this special glue called Cascamite – it’s a powdered glue and I managed to string them back together. I got very good at putting guitars together,” reveló.

Cascamite es, de hecho, un adhesivo de resina de urea-formaldehído en polvo, conocido por su resistencia al agua y su robustez, muy utilizado en carpintería y construcción naval. Este pegamento permitía a Townshend reensamblar los mástiles fracturados y los cuerpos astillados con suficiente integridad para aguantar, al menos, el siguiente show de esa maratónica gira estadounidense de 1967. Se puede inferir que esta habilidad práctica, aprendida por necesidad, le ahorró a la banda decenas de miles de dólares en instrumentos a lo largo de los años.

El nacimiento del rock destructivo

El acto de destrozar instrumentos en el escenario se convirtió en la marca registrada de The Who, pero su origen fue puramente accidental. A mediados de 1964, en el Railway Hotel de Harrow, durante un momento de frustración por un mal funcionamiento de su instrumento, Townshend estrelló sin querer el mástil de su Rickenbacker contra el techo bajo. La audiencia, creyendo que era un acto intencional, enloqueció. Al ver la reacción, Townshend decidió completar la destrucción para el efecto dramático.

Lo que comenzó como un accidente se transformó rápidamente en un costoso y ensordecedor ritual de catarsis, que simbolizaba la rabia y el espíritu inconformista del movimiento Mod de la época. Este acto influyó en innumerables músicos posteriores, siendo Jimi Hendrix, en el Festival de Monterey de 1967, quizás el heredero más famoso de esta filosofía destructiva.

La destrucción de instrumentos por parte de Townshend no era solo un truco de escenario. Era una declaración artística que reflejaba el sentimiento de la época. Era la materialización de la frustración juvenil y la liberación de la energía reprimida, un espectáculo que contrastaba fuertemente con la calma aparente de la era hippie que se desarrollaba a su alrededor.

Un cierre emocional: la gira final

Cambiando de tercio, Townshend también reflexionó sobre la reciente gira estadounidense de The Who, la cual, según sus declaraciones, podría ser la última vez que la banda pise los escenarios de EE. UU. A pesar de su conocida aversión a las largas giras, Townshend confesó haber disfrutado inmensamente de este último periplo.

El motivo principal no fue la música, sino la renovada y positiva dinámica con su compañero de banda y vocalista, Roger Daltrey. A lo largo de sus décadas de carrera, la relación entre Daltrey y Townshend ha sido notoria por sus altibajos, una mezcla de camaradería, rivalidad creativa y tensiones personales.

“I decided that I was going to make Roger (Daltrey) happy, which isn’t easy. Not because he’s a nasty guy but because he sings and his whole body and life goes into it. And I thought ‘I must forget about myself and just do this for me’. It might be the last thing we ever do together,”

explicó Townshend.

Esta nueva aproximación, enfocada en el bienestar y la energía de Daltrey, transformó la experiencia de la gira para ambos músicos, llenándola de momentos de afecto y risas mutuas, algo inusual en la historia reciente de la banda. Townshend concluyó que la gira fue fantástica, no por los estadios llenos, sino porque finalmente logró una conexión genuina y feliz con su compañero de toda la vida. Este sincero testimonio ofrece a los fans un cierre emocional a una de las carreras más longevas e influyentes del rock.

Visto en: www.musicradar.com

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