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Joan Jett y la lucha contra el sexismo en el rock ‘n’ roll

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Joan Jett es, sin lugar a dudas, un ícono absoluto del rock ‘n’ roll, inmortalizada por himnos como «I Love Rock ‘n’ Roll» y «Bad Reputation». Pero antes de que pudiera dominar las listas de éxitos con The Blackhearts o revolucionar la escena con The Runaways, Jett tuvo que librar una batalla silenciosa, pero feroz, contra un enemigo profundamente arraigado en la industria musical de los años 70: el sexismo. Su lucha comenzó simplemente por el deseo de hacer algo que la sociedad musical de la época consideraba exclusivamente masculino: tocar la electricidad.

El desafío eléctrico en la década de 1970

Cuando The Runaways se formó en 1975, las mujeres en el rock eran una rareza. Si bien era aceptable ver a mujeres manejando instrumentos acústicos, la amplificación y el poder crudo de la guitarra eléctrica se percibían como territorio prohibido. Joan Jett, sin embargo, estaba decidida a romper ese molde.

Como ella misma recordó:

“Estaba tan metida en la idea de que las chicas pudieran tocar rock and roll, y que tocarían tan bien como los chicos. Las chicas tocando rock and roll serían tan geniales y sexys, porque nunca se había hecho. Pensé que a todo el mundo le encantaría.”

Desafortunadamente, esa visión optimista chocó de frente con la realidad. Según reveló Jett en una entrevista reciente, la resistencia no se debía a una falta de habilidad percibida, sino a una cuestión de permiso. Había chicas en su clase tocando Beethoven y Bach con violines, pero la naturaleza eléctrica de su instrumento desataba la prohibición.

«Hubiera estado bien si hubiera tenido una acústica, pero era el hecho de que la electricidad lo hacía como ‘No tienes permitido hacerlo'», cuenta. «Y yo pensaba, ‘¿Qué quieres decir con que no tengo permitido?’. Lo que estaban diciendo es que no me estaba permitido, no que no fuera capaz de ello».

La humillación ante el profesor de música

La hostilidad comenzó temprano. Jett relató a The Guardian que sus padres le regalaron una guitarra eléctrica por Navidad, y ella, llena de entusiasmo, buscó lecciones. La respuesta de su profesor de música fue reveladora de la mentalidad predominante en la época.

“Entré allí toda emocionada y le dije al maestro: ‘Quiero tocar rock ‘n’ roll’. Y él me dijo: ‘Las chicas no tocan rock ‘n’ roll. Déjame enseñarte ‘On Top of Old Smokey’ en su lugar.’”

Jett no tenía ningún interés en baladas folclóricas. En un acto de rebeldía que definiría toda su carrera, compró un libro y comenzó a autoenseñarse, forjando un estilo punk y contundente que se convertiría en su marca personal. Esta obstinación no solo la salvó de la mediocridad musical, sino que la preparó para los desafíos aún mayores que enfrentaría la banda de chicas que estaba a punto de formar.

Las runaways y el muro de rechazo de la industria

The Runaways (con Jett, Cherie Currie y Lita Ford, entre otras) fue un acto pionero, demostrando que las mujeres podían ser poderosas, talentosas y tan sexualmente libres como sus contrapartes masculinas. Sin embargo, cuando intentaron conseguir un contrato discográfico, el sexismo se manifestó en la forma de negativas humillantes.

Jett recuerda que la banda acumuló 23 cartas de rechazo. Y lo que es más chocante, muchas de las canciones que enviaron se convertirían en éxitos mundiales, demostrando que los ejecutivos discográficos no solo eran sexistas, sino ciegos al talento. Las razones del rechazo eran variadas, desde un simple «sin interés» hasta, en el caso de la más infame:

“’Pierde la guitarra’, hasta —mi favorita— ‘necesitas una búsqueda de canciones.’”

El desafío no terminó al firmar. Incluso en el escenario, The Runaways se enfrentaron a un ambiente hostil. En una época en la que la masculinidad dominaba el escenario, eran abucheadas e incluso escupidas. Jett señaló que el machismo en la radio era tan restrictivo que solo permitían que una artista femenina de rock ‘n’ roll sonara a la vez, limitando drásticamente las oportunidades para las nuevas bandas.

Un legado imborrable: rompiendo moldes para las futuras generaciones

La resiliencia de Jett finalmente rindió frutos legendarios. Tras la disolución de The Runaways, se reagrupó como solista y con The Blackhearts, obteniendo un éxito mundial innegable con canciones que se convirtieron en himnos de rebeldía y empoderamiento. Además de su éxito comercial, Jett estableció hitos cruciales para las mujeres en el rock, demostrando que su influencia iba mucho más allá de las ventas de discos.

En 2008, se convirtió en la primera mujer en tener una guitarra signature, una recreación de su fiel Gibson Melody Maker de 1965, un reconocimiento fundamental por parte de un fabricante tradicionalmente dominado por figuras masculinas. En 2019, su estatus legendario fue oficialmente sellado con su ingreso al Salón de la Fama del Rock and Roll, un honor que recibió un año después de Sister Rosetta Tharpe, la primera guitarrista en ser incluida.

A pesar de la lucha de Jett y de otras pioneras como Lita Ford (quien ha compartido consejos para jóvenes músicos), la representación femenina en la fabricación de instrumentos sigue siendo un tema pendiente. Empresas como Fender reconocieron tan tarde como en 2019 que necesitaban urgentemente aumentar la cantidad de artistas femeninas con modelos signature. El camino abierto por Joan Jett es vital, pues su desafío a la idea de que la electricidad es un lujo masculino ha permitido que innumerables mujeres tomen el escenario y reclamen su lugar en la historia del rock, no solo con una acústica, sino con el poder total de una máquina de seis cuerdas conectada al amplificador. Su «mala reputación» fue, en realidad, un sinónimo de revolución.

Visto en: www.guitarplayer.com

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