Aunque sus icónicos cortes de pelo a juego y su encanto de chico bueno pudieran engañar a cualquiera, The Beatles no eran ajenos a la típica juerga del rock ‘n’ roll. Basta con mencionar el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de 1967, inspirado en el LSD. De hecho, Paul McCartney estuvo a punto de enfrentarse a una pena de prisión de siete años en 1980 por intentar pasar marihuana de contrabando a Japón.
McCartney ha compartido detalles sobre este aterrador incidente carcelario en su nuevo libro, Wings: the Story of a Band on the Run. Según él, la marihuana era de una calidad tan “excelente” que valía la pena el riesgo. El legendario Beatle recuerda [a través de The Sunday Times]:
“Estaba en Nueva York y tenía toda esta hierba realmente buena. Estábamos a punto de volar a Japón y sabía que no podría conseguir nada para fumar allí. Era demasiado buena para tirarla por el inodoro”.
Un error de cálculo cultural
Habiendo estado recientemente en Estados Unidos, donde el presidente Carter consideraba despenalizar el cannabis, McCartney pensó que la marihuana no era “gran cosa”. Incluso había consumido drogas mucho más duras en el pasado, como cuando afirmó haber “visto a Dios” con Dimetiltriptamina (DMT) durante el apogeo de The Beatles. Sin embargo, la respuesta de los funcionarios del aeropuerto de Tokio fue un choque cultural inmenso e inmediato.
McCartney describe la situación con horror:
“Fue la cosa más loca que hice en mi vida: ir a Japón, que tiene una pena de siete años de trabajos forzados por posesión de marihuana, y ser tan libre y despreocupado. Puse una bolsa grande y sangrienta de esa cosa justo encima de mi maleta. ¿Por qué ni siquiera la escondí en un jersey?”
La improvisación de McCartney no pasó desapercibida para sus propias hijas, Stella y Mary, quienes también estaban presentes. Mary comparte su propia memoria del evento: “Solo recuerdo que les dijeron a mamá y papá: ‘¿De quién es esto?’… [luego se miraron] el uno al otro, pensando: ‘¿Quién de nosotros va a hacerlo? Porque uno de nosotros tiene que quedarse con los niños’. Papá dijo que era suyo, y se lo llevaron”. Stella, por su parte, bromeó con que “incluso un niño de nueve años podría haber escondido mejor la marihuana que su padre”.
La severidad de la ley japonesa y el fin de la gira
Esa misma noche, McCartney confesó y fue arrestado por posesión de drogas. “Me disculpé por infringir la ley japonesa”, relata. “Probablemente no ayudó que tuviera más de lo que podría consumir en un mes… Tuve que repasar toda la historia de mi vida: a qué escuelas fui, el nombre de mi padre, nuestra dirección, mis ingresos. Incluso tuve que hablarles de mi medalla MBE de la Reina”.
En Occidente, las estrellas de rock suelen ser bastante abiertas sobre sus hábitos de drogas. Tony Iommi ha admitido públicamente que Black Sabbath tenía un camello que aparecía “todos los días” durante la grabación de Vol. 4 de 1972, y The Rolling Stones también eran propensos a algún que otro viaje de ácido. Pero, como señala McCartney, la respuesta japonesa fue increíblemente seria.
McCartney viajaba para actuar en Japón con su banda Wings. La gravedad del incidente fue tal que, de la noche a la mañana, todos los carteles de la gira fueron arrancados. Steve Holley, el batería de Wings, recuerda: “Cada cien pies había un cartel que decía: ‘Wings: la banda de rock más grande del mundo visita Japón 1980’. Estaban por todas partes… era incalculable cuántos había. Y por la mañana, todos se habían ido. Las estaciones de radio también se quedaron en silencio. No tocaban nada”.
Este arresto fue un golpe devastador no solo para la gira, sino también para la moral del grupo, marcando extraoficialmente uno de los últimos clavos en el ataúd de Wings, cuya disolución formal seguiría poco después del evento.
Nueve días tras las rejas
Considerando la severidad de la situación, McCartney incluso llegó a pensar que su familia tendría que vivir en Japón para poder visitarlo en prisión. Pero intentó mantener el optimismo. “No pude dormir durante los primeros tres días… Tuve que compartir un baño con un tipo que estaba preso por asesinato. Tenía miedo de quitarme el traje por si me violaban. Pero había visto todas esas películas de prisioneros de guerra y sabía que tenía que mantener la moral alta”.
Para “mantener la moral alta”, McCartney hizo lo que mejor sabe hacer: cantar. “Organicé cantos con los otros prisioneros”, confiesa. “Había tipos en la celda de al lado y tratamos de comunicarnos. Estaba tratando de aprender algunas palabras en japonés, y podía escuchar a la gente decir konnichiwa (hola). Así que lo convertí en ‘Connie Chua’. Como una chica de secundaria, Connie Chua. Podía decir arigato, gracias, pero no mucho más”.
A pesar de estar solo nueve días en la cárcel, McCartney escribiría el libro Japanese Jailbird (Pájaro de la cárcel japonés) reflexionando sobre su experiencia. Y, aunque fue estresante, el guardia de prisión Yasuji Ariga señaló que McCartney se mantuvo “muy educado e impresionó a los guardias”.
“Estaba feliz de irme [después de nueve días], pero había hecho un par de amigos allí, así que la despedida fue un poco triste”, admite McCartney. “Mientras salía libre, estrechaba la mano de estos prisioneros a través de los buzones de sus celdas”.
El incidente no pareció agriar el gusto de McCartney por la marihuana. Cuatro años después de su arresto, en 1984, McCartney pidió que se legalizara el cannabis. En declaraciones a la prensa fuera de un aeropuerto de Londres, dijo: “No creo que [fumar cannabis] sea algo terriblemente dañino… el cannabis es mucho menos dañino que el ron, el whisky, la nicotina o el pegamento, todos los cuales son perfectamente legales. Me gustaría que se despenalizara, porque no creo que, en la intimidad de mi propia habitación, estuviera haciendo daño a nadie”.
Visto en: www.guitar.com

