Marty McFly, el viajero del tiempo más famoso del cine, nos regaló una de las escenas musicales más icónicas de la historia. Corría 1985 y el baile de la escuela secundaria de Hill Valley se convirtió en el escenario de una interpretación frenética de «Johnny B. Goode» de Chuck Berry. La actuación de McFly, llena de energía y movimientos explosivos, culminó en un lick abrasador que dejó a los estudiantes de 1955 en un silencio atónito. «Supongo que aún no están listos para esto», comentó tímidamente McFly, interpretado por Michael J. Fox. «Pero a sus hijos les va a encantar». Cuatro décadas después, Fox revive esa experiencia inolvidable en su nuevo libro, Future Boy, ofreciendo una mirada íntima al caos y la alegría detrás de la creación de un clásico.
El caos detrás de la magia: Fox y su doble vida
La realización de Back to the Future fue un torbellino personal para Michael J. Fox. Durante ese periodo, el actor vivía una doble vida agotadora. Durante el día, se transformaba en el conservador y ambicioso Alex P. Keaton para la exitosa serie de televisión Family Ties. Al caer la noche, se convertía en el imprudente y carismático Marty McFly. Fox relata en el prólogo de Future Boy jornadas laborales de hasta 20 horas. Había tiempo para Alex y para Marty, pero muy poco para Michael J. Fox, la persona real. Esta carga de trabajo extrema, aunque le dio una fama meteórica, también lo dejó sintiéndose disperso y desorientado.
«Me ha llevado cuatro décadas juntar todas las piezas», confiesa. Este ritmo vertiginoso es un testimonio de la dedicación de Fox y del compromiso de los cineastas, Robert Zemeckis y Bob Gale, que vieron en él al único Marty posible, incluso después de haber filmado las primeras escenas con otro actor. El hecho de que Zemeckis mantuviera la fe en Fox a pesar del cronograma imposible demuestra el valor que se le dio a la química y la energía que Michael J. Fox aportaba al personaje, una química que resonó con la audiencia de 1985 y que perdura hasta hoy.
Un panteón de leyendas: Los tributos a la guitarra
La escena de «Johnny B. Goode» no solo fue un despliegue de energía, sino también un ingenioso homenaje a varios titanes de la guitarra. Fox revela que, si bien honrar a Chuck Berry era la base, el equipo de producción, incluido el coreógrafo Brad Jeffries y el profesor de guitarra Paul Hanson, inyectó múltiples «huevos de Pascua» (Easter eggs) específicos para los aficionados a la música. Cada movimiento de Marty era un guiño a un maestro. La postura con la guitarra baja y la caída de rodillas era el momento Jimmy Page, evocando la mística y la potencia escénica del líder de Led Zeppelin.
Tocar la guitarra por detrás de la cabeza, claro está, era un saludo directo a Jimi Hendrix, el innovador que revolucionó la forma de interactuar con el instrumento, utilizando el feedback y la distorsión como armas artísticas. El frenético windmill (el giro de brazo), los saltos acrobáticos y la energía desbordante fueron un tributo a la teatralidad de Pete Townshend, el motor compositivo de The Who, conocido por destrozar escenarios y canalizar una furia controlada. Incluso se incluyó un poco de tapping, un guiño a Eddie Van Halen. Este estilo de tocar con ambas manos sobre el diapasón se había popularizado enormemente a principios de los 80, y la inclusión de un detalle tan técnico elevó la escena de un simple número musical a un documental de la historia del rock and roll. Zemeckis estaba encantado. «Fue tan genial, todos los diferentes riffs de guitarra a través del tiempo. Me encantó», le dijo el director a Fox.
La función inesperada de la música en la trama
Irónicamente, esta escena que se ha convertido en la favorita de muchos, técnicamente interrumpía el flujo narrativo principal. El clímax argumental de Marty, el momento que aseguraba su existencia, ocurría justo antes: el beso entre sus padres, George y Lorraine, garantizando que el futuro de Marty se alineara. Entonces, ¿por qué quedarse para una canción más? Fox teoriza que Zemeckis y el coguionista Bob Gale necesitaban inyectar un momento de «alegría pura» en la película. «Te desafío a que lo veas sin sonreír», añade. Pero también sirvió un propósito funcional crucial: permitir que el público procesara el momento del beso sin preocuparse inmediatamente por lo que vendría después (si George y Lorraine se quedarían juntos). La música ofreció un respiro narrativo esencial, una pausa crucial para que la audiencia asimilara la culminación del conflicto central.
Michael J. Fox: De bandas de garaje a estrella de cine
Aunque Fox solo simulaba tocar con The Starlighters en la película (el verdadero virtuoso tras el sonido era Tim May, y Mark Campbell proporcionó las voces), el actor no era ajeno al mundo de la música. «Yo era un guitarrista de talento modesto, muy poco talento», confesó a Willie Geist en una entrevista reciente. Sin embargo, amaba tocar y lo hizo en varias bandas durante su juventud en Burnaby, Canadá. Una de ellas, llamada Halex, se dedicaba a tocar en sótanos de iglesias y fue la banda residente en la Academia Naval.
Sus actuaciones eran, cuando menos, caóticas. Él recuerda que en esos eventos, donde los miembros de un equipo de fútbol local actuaban como guardaespaldas, la música servía a menudo como banda sonora de las peleas. «Cuando peleaban, tocábamos algo más suave y ellos [continuaban] peleando». La realidad financiera pronto chocó con sus aspiraciones artísticas. Cuando su padre le preguntó cuánto ganaban (100 dólares) y cuánto costaba alquilar el equipo (400 dólares), el camino hacia Hollywood se hizo mucho más claro. El talento de Fox estaba destinado a las cámaras, no a los escenarios de sótanos. A pesar de todo, esta experiencia temprana le proporcionó la soltura escénica necesaria para interpretar a un roquero consumado como Marty McFly.
A pesar de los sacrificios y el agotamiento, Michael J. Fox mira hacia atrás con gratitud. A sus 23 años, sentía que tenía «el mundo agarrado por la cola», trabajando con gente increíble. Hoy, Back to the Future sigue siendo una fuente de inspiración. Si bien Fox se ríe de las peticiones de los fanáticos para hablar de viajes en el tiempo («Están perdiendo su tiempo, no tengo ni idea»), el mensaje de la película sobre enfrentar a los acosadores y superar la adversidad sigue siendo la clave de su longevidad. Es una obra que nos enseña que, a veces, solo necesitamos un poco de rock and roll y un rayo para cambiar nuestro destino.
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