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Cuando Imogen Heap no reconoció al legendario Jeff Beck

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En el mundo de la música, algunas leyendas alcanzan un estatus tan icónico que resulta impensable que alguien no las reconozca. Sin embargo, incluso los más grandes talentos pueden pasar desapercibidos en el momento y lugar equivocados. Este fue precisamente el caso de Jeff Beck, el inigualable maestro de la guitarra, cuya identidad fue un misterio para la joven Imogen Heap durante su primer encuentro.

La anécdota, que combina el genio musical con un toque de comedia etílica, ocurrió en 1997, un año crucial donde Heap, a sus 19 años, asistió a un campamento de composición en el impresionante castillo de Miles Copeland (mánager de The Police) en la Dordogne, Francia.

El encuentro fortuito en un castillo francés

Imogen Heap se encontraba en una encrucijada, participando en un evento que reunía a músicos y compositores, muchos de ellos mayores y con más experiencia que ella. Como ella misma relató en una sesión de preguntas y respuestas con The Guardian, la situación social no era sencilla:

“Yo era mucho más joven que todos los demás y socialmente torpe, así que me emborraché bastante.”

Este estado de embriaguez, combinado con su juventud, preparó el escenario para un encuentro que pasaría a la historia personal de Heap. Mientras estaba sentada fuera, intentando tocar la guitarra con poca destreza, apareció un hombre que le ofreció ayuda.

“Estaba sentada afuera tocando la guitarra muy mal para mí misma y [la persona que resultó ser] Jeff dijo: ‘Déjame mostrarte algunas formas’”, recuerda Heap. Su reacción inicial ante el misterioso benefactor, ignorando por completo su fama y legado, fue de simple asombro ante una habilidad técnica notable: “¡Dije: ‘Vaya, eres bueno!’”

La noche continuó con Imogen Heap disfrutando de su inexperta juventud. Ella misma admite que la noche no terminó sin incidentes, incluyendo un paseo poco afortunado: “Más tarde esa noche terminé conduciendo borracha un carrito de golf por la finca y chocando contra las preciadas macetas de terracota de la madre de Miles”. Es comprensible que, entre la bebida y el caos, la identidad del guitarrista talentoso no fuera su principal preocupación.

De un desconocido a un colaborador de leyenda

La verdad salió a la luz una semana después. Heap había olvidado por completo al hombre del castillo hasta que recibió un mensaje inesperado de su mánager:

“Una semana después recibí un mensaje de mi mánager preguntándome: ‘¿Conociste a Jeff Beck?’ Me dijo que era un guitarrista realmente famoso y legendario, ¡yo no tenía ni idea!, que quería que cantara en su disco.”

Este giro inesperado demostró no solo el ojo clínico de Beck para el talento, sino también la serendipia de la industria musical. Aunque Heap no lo reconoció como el miembro de The Yardbirds o el innovador solista que había redefinido el rock instrumental, él sí reconoció su voz y potencial artístico.

La colaboración fructificó en el álbum de Beck del año 2000, You Had It Coming. Imogen Heap contribuyó vocalmente a dos temas. Una de las piezas más destacadas de esta colaboración fue el trabajo de Heap en “Nadia”, un cover magistral de la composición original del músico libanés Hossam Ramzy. La reinterpretación de Beck y Heap se convirtió en un pilar del álbum, fusionando el rock progresivo con toques de música del mundo, todo sostenido por el estilo inimitable y el uso pionero del vibrato de Beck.

El vínculo profesional continuó. Heap se unió a Beck en la carretera para su gira de 2004, una experiencia que consolidó su respeto mutuo y le permitió a Heap apreciar la inmensidad del talento con el que había chocado accidentalmente siete años antes. “Canté su hermosa Nadia lo mejor que pude e hice algunos espectáculos con él”, afirma Heap.

El legado de beck y la humildad de una estrella

Jeff Beck (1944-2023) fue, sin duda, una de las figuras más influyentes en la historia de la música rock. Su distintivo sonido, caracterizado por la ausencia de púa (utilizaba principalmente sus dedos, o fingerstyle) y un uso expresivo y casi vocal de la barra de trémolo (whammy bar), lo distinguió de casi todos sus contemporáneos. Beck no solo tocaba, sino que manipulaba el sonido de su instrumento, llevando la técnica de la guitarra eléctrica a territorios inexplorados que influenciaron a generaciones posteriores de músicos de rock, jazz fusión e incluso electrónica.

La capacidad de Jeff Beck para pasar desapercibido en aquel campamento, a pesar de haber sido parte de la Invasión Británica con The Yardbirds y de haber producido una discografía solista revolucionaria, habla de su personalidad. A pesar de su inmensa fama, la leyenda del rock era conocida por su naturaleza reservada y su enfoque casi ascético en la música.

Las reflexiones finales de Imogen Heap sobre su experiencia con el guitarrista resaltan esta faceta humana y modesta del artista:

“Él era un hombre dulce y lo amaba muchísimo. Mucha gente de esa generación está muy agradecida de haber podido hacer lo que amaron durante todos esos años, y sus egos son muy pequeños en comparación con la cantidad de fama que tenían.”

En última instancia, la anécdota no solo subraya la genialidad de Jeff Beck, sino también su humildad. Incluso en un estado de sobriedad, es fácil entender por qué una joven artista no lo reconocería. Beck no buscaba el foco de atención por su fama; buscaba la conexión musical. Y en aquel castillo, simplemente era un músico extraordinario, ofreciendo una lección improvisada a una compositora en ciernes, sin preocuparse de si ella conocía o no su legendario nombre.

Visto en: www.musicradar.com

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